Orígenes y desarrollo del Puerto de San Pedro (Capítulo I)

5 de enero de 2009| Historia

En el antiguo Pago de los Arrecifes – tal como se conocía el territorio antes de finalizar el Siglo XVII – el pueblo se fue formando en el Rincón de San Pedro Dávila de los Arrecifes, en la rinconada formada por el Río Arrecifes y el Paraná una extensa región de tierras bañadas por el río homónimo y sus afluentes.

Entre quienes enfrentaron las burocráticas tramitaciones para obtener tierras en el actual Partido de San Pedro, encontramos como primer poblador al Capitán Juan Gutiérrez de Humanes, que en 1641 solicitó a Su Majestad una merced real que le acordase tierras en esta zona, iniciándose así su ocupación.

En 1743, debido a las condiciones precarias en que se encontraban los Presbíteros y Sacerdotes del lugar, el Cura de los Arrecifes Presbítero Francisco Antonio Goicochea, propuso la construcción de un Convento con el fin de atender y ayudar a los vecinos y residentes en el Paraje, donando con este fin tierras de su propiedad y dinero en efectivo.

La autorización pertinente fue concedida por el Rey Fernando VI mediante Real Cédula que firmó en El Buen Retiro el 26 de agosto de 1748. Esta fecha se ha tomado como precedente del inicio del Pueblo, puesto que alrededor del Convento comenzaron a agruparse las primeras construcciones que dieron nacimiento a la incipiente Villa.

En 1750, comenzó la construcción del Convento Recoleto de Franciscanos cuya conclusión demoró diez años, recurriéndose para ello al pedido de limosnas en el centro de riquezas por aquellas épocas: la región del Alto Perú.

Para obtener la ayuda necesaria, fue comisionado Fray Alonso del Pozo; a su regreso en 1762, trajo una importante cantidad de dinero, valores y una imagen de Nuestra Señora del Socorro, que le donaron en Oruro – actual Bolivia – para que fuese declarada Patrona del Pueblo.

Desde el comienzo el Convento fue centro difusor del Evangelio; a partir de 1774 Escuela elemental, en cuyas aulas más tarde se enseñó Latín y Retórica.  Uno de sus distinguidos alumnos se llamaba Diego Joseph Serapio Rodríguez y Suárez; la Historia grande de la Patria naciente lo conoce por su nombre eclesiástico: Fray Cayetano José Rodríguez.

A estas fechas, nos encontramos con los descendientes de los primeros ocupantes que a cien años de dicho acontecimiento ya se habían establecido en estas comarcas por la década de 1640 a 1650.  Según el empadronamiento realizado el 9 de noviembre de 1744 por el Capitán don Tomás Martínez de Santa Cruz, la población era de 800 habitantes.

Desde sus primeros tiempos, San Pedro estuvo ligado al nacer de la Patria y la actuación de sus preclaros hijos ennoblecen las páginas de la Historia.

En ellas encontramos nombres ilustres cuya nómina se inicia con el Padre Feliciano Pueyrredón, autor del primer ensayo antivariólico en el país, y por 1790 gestor de la apertura de la Laguna.

Indudablemente, la proximidad con uno de los más importantes ríos del Planeta, que como en la actualidad era surcado por la naves que lo remontaban para llegar a los territorios de las provincias interiores y del Paraguay, motivó desde un principio la idea de contar con un puerto.

Si examinamos la Historia de la humanidad, en cada civilización, la existencia de los puertos nos da referencias de la vida y obra de los pueblos, y el Rincón de San Pedro de los Arrecifes no podía ser distinto.

La documentación que data de aquellas lejanas épocas atestigua que en los primeros años de nuestra población no existía una real comunicación entre la Laguna y el Río Paraná, salvo en las épocas de grandes crecidas del río, cuyo caudal aumentaba considerablemente.

La Laguna recibía  las aguas de la Laguna de Celis, la que a su vez se alimentaba con las que entraban por los bañados ubicados al Norte de la misma y por el Paranacito, las que luego a través del Riacho San Pedro  son volcadas a la Laguna. Luego las aguas de la misma salen por el Riacho de Baradero, que al igual  que los anteriores no eran navegables.

En una carta dirigida al Sr. Virrey por el Guardián del Convento del Rincón de San Pedro, Fray Joaquín del Riego y Piñero en marzo de 1790,  le suplicaba:

 

 

 

“…ala benignidad de V. que mirando con un paternal cariño a aquel Convento, se dignen socorrer la necesidad pública de la que todos los vecinos en aquel lugar están situados, como también el Convento sobre la barranca del Río Paraná, del cual toman todos la indispensable provisión de agua y el abasto de leña, conducida de las islas, con los demás menesteres, que puedan suministrarnos los Barcos del Paraguay. Todas estas sutilidades, en la ocasión, por haberse retirado el Río han formado del lodo y resacas una especie de isla sumamente pantanosa.”

“…la indolencia  (de los vecinos) aún para su propia comodidad es arto manifiesta; pues viendo la facilidad de echar el agua y deseándolo, nadie se mueve a proporcionar, lo que es tan interesante a cada uno.”

“Se han congregado varias veces los jueces y principales vecinos arbitrando dar un corte a dicha isla, pero han estado suprimido los proyectos por contemplar los alcaldes y capitanes, necesaria la Ciencia y el permiso de V.E.”

“No dudo que esta obra será como pública, del agrado de Vuestra Excelencia y que se dignará impartir al señor Alcalde del Partido y al señor Sargento Don Joaquín Sorner, destacado en este pueblo las órdenes más conducentes a la consecución del fin que deseamos.”

La autorización solicitada fue concedida el 4 de mayo de 1790. Con los elementos facilitados por la corona y con el concurso de los indios querandíes, procedieron a la apertura del canal, cavándolo a pico y pala

El Cura y Vicario de las Parroquias Unidas de San Pedro y del Baradero Dr. Feliciano Pueyrredón, empeñó sus diligencias  para la apertura del canal de comunicación entre el río Paraná y el de Arrecifes – refiriéndose al Riacho Baradero, para facilitar no sólo las balsas de madera y leña para consumo del pueblo, sino también la carrera a los barcos de Santa Fe y el Paraguay, siendo diaria la asistencia del prelado a la Dirección de las obras y pagando de su peculio cuantos trabajadores se le presentaban, gratificando igualmente a los Indios cuya Compañía tenía a su disposición de orden del Virrey de estas Provincias.

Desde aquella época virreinal,  la propia dinámica del río obró sus efectos, dando por resultado el canal por el cual ingresan los grandes barcos a nuestro puerto, con la obvia intervención del dragado que posibilita la navegación hasta el muelle y el posterior egreso,  sin ayuda de remolcadores.

Pero llegar a tener este Puerto, llevó años y años de discusiones, trabajos, embarques en lugares  alternativos, cuya rememoración nos permitirá comprobar lo notable de la obra realizada por Don Eduardo Depietri, precisamente cuando se cumplen los 75 años de la inauguración de Su Puerto.

Después de 1853, con la organización del país en legal forma, las autoridades electas a nivel sampedrino tomaron conocimiento de la llegada de una draga a Buenos Aires, por lo cual el 15 de febrero de 1856  se dirigieron al Gobierno solicitando los servicios de la misma, tendientes a la profundización del canal de acceso a la Laguna, en cuyo ámbito transcurrían las operaciones de carga de buques.

Con fecha 19 de febrero de 1856, o sea cuatro días después, el Sr. Ministro de Gobierno de nuestra Provincia Don Valentín Alsina contestó al pedido indicando  que la  Draga no se encontraba en ejercicio puesto que se la estaba armando y luego se realizarían ensayos previos, siendo la misma de propiedad privada, pero comprometiendo buenos oficios del gobierno, para lograr su concurrencia, para cuyos servicios se había reunido dinero en San Pedro.

Épocas aquellas de ejemplar preocupación por los asuntos públicos, que motivó  una solicitud de información del Sr. Ministro Alsina, quien inquiría a las autoridades locales acerca de los adelantos realizados con respecto al canal para el puerto desde mayo de 1855 a la fecha de su nota, pedido que luego reiteró ante la falta de respuesta local, con especial encargo del Sr. Gobernador para que se conteste lo solicitado.

En definitiva, poco tiempo después fue enviada la Draga para realizar los trabajos necesarios y ya previstos, que luego se suspendieron por la bajante del río, conforme a lo informado por el encargado de los trabajos en nota al Presidente de la Municipalidad de fecha 23 de julio de 1862.

“la baja extraordinaria y espontánea del río no nos ha permitido concluir con lo que habías esperado el pequeño canal que estábamos trazando hasta la laguna y hoy sobre el banco hay menos de un pie de agua. No obstante el agua corre, sin interrupción sobre un largo de 600 Vs. A partir del Paraná con una profundidad media de 1 pie a dos brazas de agua y un ancho desigual”….  “El que subscribe, piensa que ha llegado el momento de trabajar a pala, en los lugares cubiertos por el agua enderezando y corrigiendo el trabajo imperfecto de la draga”…

Se había nombrado una Comisión encargada del control, evaluación proposición de nuevas alternativas a seguir, la cual elaboró un informe al respecto fechado el 4 de agosto de 1862, firmando entre otros, don Vicente Mulet, caracterizado vecino sampedrino, indicando lo siguiente:

“La Comisión nombrada para informar sobre los trabajos ya hechos por la draga así como los por hacer, es de opinión en cuanto a lo primero que por ahora hace imposible el bajamar seguir con la Draga; cree no obstante preciso aprovechar el mismo bajamar, para hacer algunos pequeños trabajos con palas preparando así la continuación de canalización en época oportuna.”

“En cuanto a la traza de los trabajos en general, la Comisión cree más posible la canalización de la boca de la laguna, como también la apertura de ésta con el riacho de Baradero, teniendo en vista los recursos de que actualmente esta Municipalidad puede disponer.”·

Y  de la ejecución de lo recomendado por la Comisión, se obró la real comunicación del riacho de Baradero y la Laguna de San Pedro con el Río Paraná, lo que generó la idea de aprovechar  la posibilidad ofrecida por esta obra para la navegación, utilizando la misma para el pasaje de barcos por el lugar.

Precisamente, las autoridades de Baradero  solicitaron el pasaje de barcos por la zona, motivando que las autoridades de San Pedro se dirigiesen al Ministro de Gobierno el 12 de noviembre de 1858 solicitando apoyo para la iniciativa de aquel pueblo, “…destinando el vapor Bety a la navegación que pasare por dentro de aquel riacho.”

Cabe destacar que los únicos pueblos ribereños al Paraná que por la época estaban privados de la navegación a vapor – el gran adelanto mundial de entonces – eran Baradero y San Pedro. En nuestro caso, se había establecido en la punta de la laguna un pontón, sobre la costa del Paraná, y desde allí eran embarcados los pasajeros en los vapores, utilizando botes para llegar a los mismos.

Resultan expresivas las palabras utilizadas en la nota del 12 de noviembre cuando se afirmaba:

“…y el superior gobierno habría hecho un gran favor a estos pueblos, que por lo mismo puede decirse no habían alcanzado todavía la época del Vapor, que es la del progreso…”

Finalmente, las constancias históricas nos indican que con fecha 10 de enero de 1859,  se informaba al Ministro de Hacienda que se había establecido una línea a vapor por acciones, desde el 1º de diciembre de 1858, entre Buenos Aires, Zárate, Baradero y San Pedro, cuyo servicio era prestado por el vapor nacional Correo, el que realizaba un viaje redondo por semana con un recorrido que incluía su ingreso :

“…a la laguna, desembarcando los pasajeros en el riacho de este puerto, – próximo lugar conocido más tarde como “las Canaletas” – salvando así los inconvenientes y peligros que existían en el embarque y desembarque en el Pontón.”   Pontón que se encontraba ubicado a más de media legua de la población.

En realidad, el sostenimiento rentable del servicio no podía solventarse únicamente en el aporte local, por lo que en la misma nota, se agregaba:

“…que la empresa no podrá marchar con la sola protección que le dan los de este pueblo y necesitará la del superior gobierno.”  

Las autoridades locales calculaban que eran necesarios  10.000.-  pesos de la moneda corriente por cada mes, para que el emprendimiento diera resultados positivos y se brindara servicio tan necesario.

Recordemos la única alternativa para los viajes y traslados,  continuaba siendo el sistema de carruajes como en las épocas virreinales, careciendo de caminos y de vías férreas, recordando que el ferrocarril llegó a San Pedro recién en 1886.

Por ello, manifestaban a las autoridades:

“…estas consideraciones, con la especial de que siendo la única empresa de navegación a vapor por los riachos interiores, unido  a que todos los accionistas son hijos del país y en su mayor parte vecinos de los  pueblos citados, llevan a la Municipalidad a suplicar al Superior Gobierno quiera disponer su benéfica protección, sin la cual estos pueblos perderían las conveniencias que han comenzado a gozar, poniéndose en el camino de su adelanto, progreso y civilización.”

Por la misma época, el pontón utilizado para el embarco y desembarco de pasajeros y correspondencia pública,  fue ubicado cerca del paraje conocido entonces  como “Pasaje”, en cercanía de la boca de la laguna. A los pocos meses, se autorizó la utilización de maderas en desuso provenientes de la obra del Templo para realizar la construcción de un muelle en dicho pontón, con las medidas de 60 varas de largo por dos y medio de ancho.

El primer vapor que navegó por nuestra laguna fue el Correo, seguido por el Corza en octubre y noviembre de 1860, y posteriormente el Dolorcita.  Ambos buques no navegaron por el riacho, sino que recalaban el pontón, quizás por el calado de los mismos o por alguna bajante en el río.

El 31 de diciembre de 1861, el Presidente del Concejo  Sr. Gaffarot propuso que la Municipalidad  resolviera sobre la canalización del Pasaje en atención a la bajante del río que facilitaría la realización de trabajos proyectados.

Para realizar la obra de dragado, se solicitó la ayuda del Gobierno provincial, puesto que la Municipalidad había empleado más de un millón de pesos corrientes sin haber logrado los propósitos pretendidos.  El Gobierno resolvió el aporte de treinta mil pesos, justo en el tiempo en que se debieron suspender los trabajos de la draga por la bajante del río. Los mismos se continuaron a pala, bajo la observancia de una Comisión de Inspección local.

Como consecuencia de estos trabajos y la facilidad que comenzó a ofrecer la comunicación de la laguna con el Río Paraná a partir de la limpieza y dragado del canal de acción, comenzó a pensarse en utilizar algún punto de la Laguna como puerto para embarque y desembarque de personas y mercaderías.

Durante la Presidencia Municipal de Facundo Quiroga en 1869 se presentó una iniciativa  del Sr. Delaplace para construir una balsa con pipas, para facilitar el embarco y desembarco.

Por su parte Don Paolo Corti propuso en 1875  la construcción de un embarcadero apropiado:

….”construir una bajada en la calle Rivadavia y un muelle para pasajeros en la laguna en la terminación de dicha calle”.  O sea en la actual ubicación de Club Náutico. …”solicitando en compensación el privilegio exclusivo durante veinte años, para cobrar derecho de peaje y el muelle que estuviese establecido.”

La iniciativa no prosperó, por cuanto los exportadores tenían interés en utilizar el lugar existente en la zona del Riacho de San Pedro por la proximidad de las barrancas como embarcadero para la carga de lanchones que debían transportar las bolsas de cereales a los buques anclados en la rada.

19 de abril de 2024
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